Me considero una mujer con carácter, competente, simpática, amable, detallista… y con las ideas muy pero que muy claras. Quizá tan claras, que no me permiten ver más allá de ellas mismas; y eso, otra vez quizá, no sea bueno. El mundo no es sólo blanco y negro; tiene muchísimas tonalidades. Y como tenía las ideas muy claras pero las más importantes para mí no se cumplían, pensé que necesitaría un empujoncito: ir al psicólogo.
Ahora hace más de medio año que voy a una psicóloga que me gusta, que me habla y me pregunta, que me responde y me vuelve a explicar y a preguntar, que me incita a que sea yo quien encuentre mis propias respuestas. Empezamos por pulir mis dos lados, el racional y el emotivo: en 28 años, resulta que siempre he tenido mucho más desarrollado el racional; y yo sin saberlo, o sin querer darme cuenta. Por tanto, había que potenciar mucho más el emocional, que también está ahí aunque mucha gente no se lo crea. Aunque yo no me lo crea. Ahí hemos estado todo este tiempo y bueno, está costando porque una tiene que creérselo. ¡Y vaya si cuesta creerse las cosas!
¿Cómo es posible que nos autoflagelemos tanto? ¿Por qué es tan difícil creer en una misma, quererse y sentir y creer que valemos de verdad? ¡La maldita autoestima!
Gente muy cercana a mí me recomendó ir al psicólogo, me convencieron que realmente iba bien, que valía la pena, que te das cuenta del origen de “tus cosas” y es necesario para avanzar. Y también gente muy cercana me decía que el psicólogo es sólo para los que “no están bien de la cabeza” y que no creen en ellos, que no los necesitan. Pues mi veredicto es que sí, que va bien, que es una ayuda más que, en efecto, te ayuda a avanzar cuando estás estancada. A todos los niveles.
En mi caso, mi problema siempre ha sido la autoestima, pero sin llegar a extremos exagerados, todo hay que decirlo. Profesionalmente todo muy bien (entre comillas porque mi CV no está mal pero no trabajo donde querría) pero personalmente, muy mal. La base de sentirse bien con una misma, de quererse, de aceptarse, nunca ha estado ahí. Y, como se dice siempre, pues no ha influido en mis relaciones con los demás (básicamente, las personales/sentimentales). Y ahora que la autoestima ya está ahí, que me cuido, me acepto, me quiero, el trabajo es de una misma para que este pensamiento no decaiga. Que decae, no nos engañemos, porque tenemos derecho a tener días malos. Pero bueno, en general, mi vida es más sana, en todos los sentidos. Y se agradece poder caminar sin piedras en el camino y con una brisa de aire fresco que te relaja y te permite estar tranquila.
Y sigo soñando. Sigo soñando en que mis más anhelados deseos se cumplirán algún día (mejor más pronto que tarde; lo siento, soy un poco impaciente…). Y sigo creyendo. Sigo creyendo en que yo soy lo más importante de mi vida, y que yo elijo mi destino, el que está en mis manos. Porque no todo depende de nosotras, pienso yo, pero podemos buscar nuestra propia suerte, crear oportunidades. Nunca darnos por vencidas y luchar por lo que es nuestro, por lo que nos merecemos.
Vamos, que sin mi querida psicóloga y “El Secreto” no estaría donde estoy. Pero bueno, lo del libro/documental es otro capítulo.