Imagina que te has preparado durante años para ser un buen doctor y después te dedicas a ello durante 30 años más… y, de golpe, resulta que lo que has hecho hasta la fecha está mal visto, la sociedad lo encuentra ahora fuera de lugar, no se te respeta como antes. Eso es lo que le ha pasado a este pobre ginecólogo que escribe estas líneas en respuesta a un artículo de La Contra de La Vanguardia.
La vida evoluciona y la mujer también. Estamos aprendiendo a vivir, a ser respetadas, a escoger nuestra mejor opción. Nos informamos mucho más que antes y tenemos muchísimas más fuentes de información que años atrás.
Cuando estaba a 3 meses de parir mi ginecóloga decidió que todavía no era el momento de informarme sobre el parto y dijo textualmente “prefiero que no tengas mucha información para que no te hagas falsas expectativas”. En ese momento yo ya me había leído hasta el protocolo de partos de los hospitales públicos! Y, evidentemente, busqué mucha más información hasta el día del nacimiento de mi hijo, e incluso después!
Aun y con lo que me llegué a informar seguí sintiendo que no se respetaban mis derechos más íntimos y tengo miedo a volver a parir en un hospital por si se repite.
El pobre médico del artículo debe estar desencajado. Ya no es un señor todopoderoso que tiene razón en todo y que no se le discute ni lo más mínimo. Ya no. Ahora, las mujeres tenemos acceso a la información, tenemos preguntas y tenemos expectativas. Siento decirle que, después de 30 años de profesión es un gran momento para ser humilde, reciclarse profesionalmente y empezar a ofrecer un servicio médico más respetuoso y adaptado a la época en la que vive.
Sé que los cambios son muy duros pero seguro que valen la pena y ¿quién sabe? es posible que incluso supere expectativas.
Un jóven estudiante de medicina, le da la razón. Precisamente en futuras entradas, hablaré de unos doctores con lo que tuve la experiencia de rotar con ellos en ginecología y creo que le gustará. Un saludo