Son las 8 y media de la tarde y mi bebé de 9 meses empieza a rascarse la oreja y los ojos. Mi marido me mira con complicidad porque sabemos que son gestos inequívocos de que nuestro hijo tiene sueño. Yo me pongo cómoda (pijama) y el papá prepara la cama (la nuestra) y ya estamos listos para llevar a nuestro bebé a dormir.
Me encierro en nuestra habitación con el bebé en brazos y enganchado al pecho. Empiezo a cantarle todo el repertorio Disney que me viene a la cabeza y camino de arriba para abajo haciendo un leve balanceo. Mi bebé coloca su manita en mi barbilla y juega con ella.
Sigo con mi repertorio, a veces repito la misma canción sin parar, intento bajar la voz, respirar más lento y relajarme yo misma. Poco a poco mi hijo reacciona a mis técnicas de relajación y veo como empieza a cerrar sus ojitos, parece como si fuera una película de dibujos animados.
Por fin, cierra los ojos, deja caer los brazos y sigue mamando más paulatinamente. Ya hemos superado la primera fase, hoy con bastante facilidad. Muchas veces me quedo embobada mirándolo, tenía razón la abuela de mi marido cuando decía que dormidos los quieres el doble. Incluso parece que no pese 10 kilos.
Llega el momento de dejarlo encima de nuestra cama. Con una maniobra bien estudiada lo dejo tumbado en la cama sin que abra los ojos y, lo más importante, sin que se suelte del pecho. Yo me tumbo a su lado y dejo que mame todo lo que quiera mientras se duerme profundamente.
Es tan agradable que a veces me quedo dormida, otras veces entro en facebook o juego desde mi móvil. Es un momento para mi, nada ni nadie puede arrebatarme esos minutos de paz.
Una vez considero que se ha dormido del todo, intento salir de la cama del modo más silencioso posible (siempre me acuerdo del post de somlallet sobre levitar). Después lo rodeo de cojines para que no se caiga de nuestra cama y voy a disfrutar de una tranquila cena con mi marido o lo que me apetezca hacer esa noche.
Es posible que se despierte varias veces entre que lo dejo durmiendo y me voy a la cama. Cuando lo oigo llorar, voy lo más rápido posible, le dejo tomar teta hasta que se queda dormido y vuelvo a salir.
Finalmente, nos vamos a dormir los papás con el bebé. Nos quedamos fritos en pocos minutos después de llegar a la cama. El bebé mama a su antojo durante toda la noche y nos levantamos relativamente descansados al día siguiente.
Me siento muy afortunada y espero poder revivir este ritual muchas noches.
Evidentemente, también tenemos días malos, días en los que estoy agotada y quiero que se duerma más rápido, días en los que no se encuentra bien, días que.. te gustaría que pasaran rápido. Pero no por culpa de los días malos debemos olvidarnos de los buenos, que son la mayoría.